EA 734 - El crimen de Liliana Ledesma

La historia de la mujer que pagó con su vida haberse enfrentado a un poderoso clan narco del norte

Liliana Ledesma se convirtió en un emblema al exponer por primera vez el nombre de Delfín Castedo, considerado alguna vez “el patrón de todas las organizaciones” del narcotráfico. Todavía no pudo ser enjuiciado por el crimen.


Liliana Ledesma, asesinada el 21 de septiembre de 2006. (Foto: TN).

El cuerpo de Liliana Ledesma quedó tendido sobre la precaria pasarela de madera del Sector 5 de Salvador Mazza o “Pocitos”, a muy pocos metros de Yacuiba, la ciudad espejo en Bolivia. La mujer había sido asesinada de varias puñaladas, pero fueron los cortes en su boca los que dieron el mensaje que los homicidas buscaron imprimir con sangre: “Silencio”. Desde ese 21 de septiembre de 2006, el pasadizo de esa zona fronteriza, tan azotada por el narcotráfico, nunca volvió a ser el mismo.

“Acá nadie la escuchaba, entonces se fue a denunciar a Salta. Cuando volvió, vino con el diario. Su foto estaba en la tapa: ‘Mirá, voy a ser famosa’, me dijo emocionada. Fue el peor error que cometió: después pasó lo que pasó”. A 15 años del homicidio, Jesús “Pichi” Ledesma revive ese episodio que se le presenta como la sentencia de muerte de su hermana.

“La Negra” Ledesma -una vendedora de huevos en esa zona del norte argentino, donde el monte encierra riquezas y peligros- se había encaminado en una contienda demasiado grande para su metro sesenta y cinco de estatura: detener el avance de Delfín Castedo, un poderoso narco embarcado en la adquisición de tierras fronterizas con la finalidad de adueñarse de un pasaje soñado para el tráfico de cocaína desde Bolivia, según pudieron desentrañar detectives antinarco.



La pasarela en la que mataron a Liliana Ledesma. (Foto: La Voz / TN.com.ar)
Un diputado provincial en la mira

En ese entonces, el clan Castedo y su sociedad con el diputado provincial Ernesto Aparicio inspiraba temor entre los pobladores que se oponían al cierre de caminos vecinales con alambrados y portones. La figura del legislador, muy cercano al Gobierno de Juan Carlos Romero, le daba a la organización aires de impunidad que nadie se animaba a desafiar. Nadie, excepto Liliana.

“Yo le advertí muchas veces que no se metiera, que tenga cuidado porque los Castedo eran peligrosos y tenían plata. Pero ella siguió y se pudrió todo, vino gente de Salta a ver los portones cerrados”, contó Pichi a TN antes de subirse a su taxi, en el que traslada personas que van y vienen de un lado a otro de la frontera.
Liliana Ledesma era viuda de un narco boliviano

Nadie puede decir, sin embargo, que la productora desconocía los negocios ni la brutalidad del clan que dominaba Salvador Mazza. Su marido, el boliviano Gilberto Villagómez Arancibia, había sido uno de los traficantes más pesados con los que contaba la dupla Aparicio-Castedo, hasta que el vínculo se rompió por la pérdida de una carga y una deuda no saldada.

Fue acribillado a balazos el 3 de julio de 1999, a un kilómetro del lugar donde, años más tarde, asesinaron a la vendedora de huevos.


Villagómez y Liliana Ledesma, detenidos en Bolivia. (Foto: Facebook).

Esa conexión y una detención previa son las cartas que suele jugar como defensa el hombre considerado como el “patrón de todas las organizaciones narco en Salta”, tal como ilustró un suboficial principal con respetada trayectoria en Gendarmería.

Aunque el juicio contra Delfín y su hermano Raúl “Hula” Castedo, por la instigación del homicidio, fue postergado en tres oportunidades, el caso es analizado de forma minuciosa en el debate en su contra por asociación ilícita y lavado de activos, en el que se ventilan los detalles de la aduana narco y en el que participan el fiscal Carlos Amad y la Procunar, a cargo de Diego Iglesias.

En una cuenta de Facebook dedicada a la defensa de Castedo, se publicaron la caratula y fragmentos de una causa en Bolivia contra Villagómez y Ledesma por el traslado de unos 50 panes de cocaína y tenencia de armas.

En una de las imágenes se puede observar la “papeleta de detención” de la mujer asesinada. “Nacionalidad: Argentina; Ocupación: estudiante; Estatura: 1.65; Ojos: café claros; Color de tez: morena; Cabellos: negros lacios; Señas particulares: pequeño lunar en la región macetera o carrillo derecho”.


El portón de Delfín Castedo que funcionaba como aduana en la frontera con Bolivia. (Foto: TN/Facebook)

La pareja, que aún no había formalizado la unión, fue detenida por tráfico de sustancias controladas “cerca de Basilio, en la carretera a Camiri”, según las anotaciones de la policía boliviana.

“Mis padres no estaban de acuerdo con esa relación. Sabíamos que él trabajaba con Aparicio. Además, no vivían juntos. Ella vivía con mi mamá y él en Bolivia”, reveló el taxista salteño.

“Sabemos quién trabaja por derecha y quién por izquierda. No es poco común que haya personas que trasladen cocaína como medio de vida”, admitió. En ese sector de la Argentina, todos se conocen.

Liliana no tenía dudas sobre quién había ordenado el crimen del padre de su hija: apuntaba al diputado que murió el 10 de noviembre de 2013 por una complicación de la intervención quirúrgica que se hizo para colocarse un cinturón gástrico.

El homicidio, sin embargo, resultó como un boomerang para la estructura criminal: puso en fuga a los hermanos Castedo y destrozó la carrera política de un hombre poderoso que se encaminaba a ocupar la silla de la Gobernación.

Al mismo tiempo, su hermana María Gabriela Aparicio fue condenada a prisión perpetua por la autoría del crimen junto a otros tres hombres.

“Vivimos amenazados y con miedo pero seguimos reclamando justicia por mi mamá. Ella fue la que más luchó y nunca bajó los brazos. Somos conscientes de a qué nos enfrentamos: ya avisaron que el día que salgan, por más que pasen 100 años más presos, nos van a matar”, reveló el hermano de la víctima sobre las intimidaciones.

“Prometieron ‘terminar con la familia Ledesma’”, se lamenta antes de arrancar su taxi, sin saber quién será el próximo pasajero.

Liliana Ledesma, de vendedora de huevos a “sapo” de Gendarmería

El primer evento que colocó a Liliana Ledesma de la vereda opuesta del clan Castedo fue el crimen de Villagómez. Lejos había quedado la postal del vals que bailó con Ernesto Aparicio en su casamiento, una fotografía publicada por el diario La Voz en 2006, en un artículo que ya hablaba del vendaval político que levantaría el homicidio.

Sin embargo, fue un segundo motivo el que rompió la relación de forma definitiva y terminó por sellar su destino: la rivalidad que entablaron las dos familias por el cierre de los pasos vecinales.

El puesto ganadero de los Ledesma quedaba en el paso que pretendía dominar Castedo, en el paraje Ipaguazú, dentro de las tierras que había adquirido el grupo narco (de manera irregular), en un total de las 28 mil hectáreas (El Pajeal y El Aybal) que bordean la división entre Bolivia y la Argentina.


Liliana Ledesma y Ernesto Aparacio bailando el vals. (Foto: Gentileza La Voz).

“El patrón” cerró el camino con portones y candados, lo que dificultaba las tareas diarias y el paso de animales (vacas, chanchos y ovejas).

Los Ledesma no eran los únicos que se vieron afectados por la arbitraria decisión pero, junto al hijo de otro productor, Pilar Rojas, “La Negra” y en nombre de la Asociación de Pequeños Productores y Ganaderos de Madrejones denunciaron la maniobra narco a la prensa en Salta.

Aunque Liliana, en ese momento madre de una nena de 8 años, fue más lejos. Habló con Gendarmería sobre las actividades ilícitas del capo y su ladero. “La mataron por ‘sapo’”, ilustró uno de los detectives que conoce de cerca el caso. En la jerga criminal, “sapo” es la persona que delata. En otras, palabras, “un buchón”.

No fue difícil para los asesinos encontrar el momento para atacar a Ledesma.

Era vox populi que todos los días atravesaba la angosta pasarela de madera que permite cruzar un arroyo hacia Pocitos, a 200 metros del país vecino, donde la exesposa de Villagomés vendía sus productos. Lo único que tuvieron que hacer los sicarios fue esconderse en la vegetación mientras la hermana del legislador la condujo -con engaños- hacia su destino final.

El crimen de Ledesma es considerado clave por los fiscales que intervinieron en la investigación-el equipo de la Procunar, el fiscal Luis Bruno y el fiscal general, Eduardo Villalba- contra Castedo en materia de asociación ilícita.

Sostienen que es una muestra del poder que detentaba la organización. Lo mismo creen los representantes del Ministerio Público que participan del juicio.

“Si te metes con ellos, te van a matar, ese es el mensaje que dejó Castedo con el homicidio de mi hermana. Están presos, pero siguen manejando todo desde la cárcel y no tienen nada que perder. Ya no se puede estar tranquilo. Vivir en la frontera es un peligro”, resume Pichi con resignación.

Teme, principalmente, por la vida de su padre y de su hermano: aún residen en las fincas que intentó desalojar el clan narco que, ante el freno impuesto por la Justicia argentina, expande su dominio en Bolivia.

Por Cecilia Di Lodovico
Fecha  : 20 de diciembre 2021, 05:56hs 
Fuente : TN Noticias

https://tn.com.ar/policiales/2021/12/20/la-historia-de-la-mujer-que-pago-con-su-vida-haberse-enfrentado-a-un-poderoso-clan-narco-del-norte/



Crónica de un asesinato anunciado



Lo que le pasó a Liliana Ledesma en septiembre de 2006 no fue una sorpresa. Las puñaladas que recibió fueron un mensaje mafioso que revelaba la codicia, el narcotráfico y el feudalismo de Salta. (F.A.) El 21 de septiembre de 2006, Liliana Ledesma fue asesinada en el puente de Salvador Mazza de siete puñaladas. Su cuerpo quedó marcado por la mafia. En el rostro presentaba tajos que cortaban sus labios, en clara señal de haber sido silenciada. Su error fue denunciar los movimientos mafiosos que se realizaban en la zona y las vinculaciones con la política y el gobierno de la provincia. 

“Una pequeña productora salteña fue asesinada hace diez días, luego de denunciar que el referente del gobernador Juan Carlos Romero en la localidad de Salvador Mazza había cerrado caminos vecinales para crear una zona liberada al contrabando de sustancias estupefacientes en la frontera con Bolivia. La boca de Liliana Ledesma, quien integraba la Asociación de Pequeños Productores de Madrejones, fue tajeada de arriba abajo, en señal de silencio para quienes la habían acompañado en un viaje a Salta. 

En la capital provincial habían denunciado al diputado provincial justicialista Ernesto José Aparicio. Una hermana del legislador, Graciela Aparicio, fue detenida como posible entregadora, luego de caminar junto a la víctima hasta el lugar en que dos hombres la atacaron a puntazos en la espalda, el abdomen y el pecho”, resumía Horacio Verbitsky en Página 12, el jueves 5 de octubre de 2006.

El hecho fue el enésimo que “conmovió” a Salta, una provincia con tantos crímenes que podría dejar de conmoverse para empezar a acostumbrarse. Pero la costumbre puede traer la resignación. De alguna forma, conmoverse de manera constante es una muestra de que los asesinatos, a pesar de ser corrientes, nunca serán aceptados. 

El 22 de noviembre de ese año, Clarín aseguraba que Ledesma, “una mujer de 37 años que vendía huevos”, fue muerta tras denunciar que Aparicio “había mandado a matar de diez balazos a su marido, quien trabajaba para él como narco”. “También contó que el diputado había comprado terrenos fronterizos en Salvador Mazza (supuestamente para traficar cocaína) y que los había cercado, con lo cual obligaba a muchos vecinos a tener que dar un rodeo por Bolivia para llegar a sus casas. Además, lo acusó de hacer allí un desmonte ilegal”, continuaba el artículo. 

“El día de su muerte, Ledesma fue conducida a una trampa por María Gabriela Aparicio, ahora detenida, quien la pasó a buscar y la condujo al sitio donde la asesinaron dos sicarios de los Castedo, los también apresados Aníbal Ceferino Tárraga (a) ‘Any’, y Lino Abdemar Moreno, contratados para cometer el crimen. 

Aparicio es hermana del diputado provincial justicialista Ernesto Aparicio, quien debió renunciar a su banca tras la conmoción generada por aquella muerte y, sobre todo, por la movilización popular que exige el esclarecimiento del hecho”, publicó el Partido Obrero en su sitio, en un artículo titulado “Trastienda del crimen de Liliana Ledesma”, del 23 de noviembre de 2006.

Unos días antes, el 19 de noviembre, el diario cordobés La Voz del Interior entregaba una nota que ponía el foco en el clima que se vivía en Salvador Mazza en esos días de misterio y miedo: “No importa el calor del trópico: el frío corre por los ojos de más de uno, aquí, en Salvador Mazza, la Pocitos argentina, última presencia previa al territorio boliviano. 

A todos les duele a gritos esa pasarela que atraviesa un arroyo y que une dos barrios de la ciudad, donde Liliana Ledesma fue asesinada (…) La mujer era madre de una nena de 9 años y viuda de Gilberto ‘Gili’ Villagómez, un reconocido narco boliviano acribillado a balazos el 3 de julio de 1999”. “Mientras estuvo viva, Liliana siempre dijo que su esposo fue asesinado por reclamarle una suculenta deuda al ahora ex legislador”, continuaba el texto, haciendo referencia a Aparicio. 

El diario mediterráneo ponía el dedo en la llaga y decía lo que nadie quería afirmar desde el poder: “El crimen de Ledesma (…) puso en el primer plano la relación entre política y narcotráfico que existe acá, en la frontera caliente del norte argentino, donde el contrabando de drogas se ve como ‘un trabajo que da trabajo’, según relatan sus habitantes”. Lo que señalaba La Voz era lo que había expresado el entonces diputado Miguel Bonasso y que había sido publicado en Página 12 el 5 de octubre de ese año: “La codicia, el narcotráfico y el feudalismo que hay en Salta han cobrado otra víctima”. 

A fines de ese año, el 1 de diciembre, Cimac Noticias era uno de los medios que divulgaba una información que demostraba el alcance de los asesinos y su influencia: “Las y los trabajadores de dos medios independientes locales, FM Noticias y el Nuevo Diario, son víctimas de sistemáticas amenazas de muerte, a través del correo electrónico, desde que investigan exhaustivamente el crimen de la productora y militante rural salteña Liliana Ledesma”. 

El artículo explicaba que una de las periodistas intimidadas era Marta César, conductora del programa “Piquete y Cacerola”, de FM Noticias. Agregaba que la mujer aseguraba que el asesinato de Liliana Ledesma era “apenas la punta del iceberg” de una provincia que además tenía asesinatos y ataques sexuales sobre los que no existían estadísticas oficiales.

El juicio

El 17 de mayo de 2010 comenzó en Orán el juicio por el asesinato de Liliana. Ese día, El Intransigente informaba que el hermano de la víctima, Jesús Ledesma, revelaba que su familia esperaba que el hecho no quedara impune como otros casos en Salta. “La relevancia del caso obedece también a las sospechas de que detrás de este crimen (…) se encuentra una poderosa red internacional de narcotráfico, a la que muchos vinculan con el citado exdiputado (Aparicio), pero que tendría a sus máximos presuntos responsables prófugos de la justicia”, expresaba Noticias Iruya. Un artículo escrito por Paula Poma en Tribuna de periodistas durante la última semana del juicio describía a cada involucrado en el caso:


Reynaldo Delfín Castedo, conocido en Italia como jefe de un poderoso cartel.

Raúl Amadeo Castedo, al igual que su hermano y Aparicio, era investigado por distintos juzgados federales. En una llamada intervenida se lo escuchó decir: “¡¿Quién se cree esta boluda?! Yo te voy a decir una cosa, yo sé por dónde pasa el petizo (así se refieren a Jesús Ledesma, hermano de Liliana), a qué hora va. Yo sé que a las 7 de la mañana sale la otra conchudota, o sé a qué hora sale Pichi, yo sé por dónde anda. 

Sale por aquí, por aquí y por acá. La Negra (así le decían a Liliana) por aquí y por aquí, el otro petizo por tal lado (…)”. Fue detenido el 20 de abril de 2007 en Santa Cruz de la Sierra, donde se lo buscaba por traficar más de 21 kilos de cocaína. Durante el juicio continuaba en Bolivia a la espera de ser extraditado. Aníbal Ceferino Tárraga, pareja de Gabriela Aparicio, estaba imputado de “homicidio calificado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas”. 

Fue reconocido por varios testigos el día del crimen, acompañado de otro sujeto visiblemente más alto, yendo hacia la pasarela donde mataron a Liliana y regresando de la misma durante la hora estimada del crimen. Casimiro Torres, empleado de los hermanos Castedo. Su descripción coincidía con la dada por los testigos como uno de los tres hombres que estaban en la zona. En su teléfono aparecen innumerables llamadas con los imputados a quienes aseguró conocer de vista.


Lino Ademar Moreno gozaba de semi libertad por robo con arma y tentativa de homicidio. Numerosos testigos lo señalaron en el lugar de los hechos. Hombre robusto y de una altura inusual. Por el ángulo de las heridas se cree que fue quien empuñó el cuchillo con el que se le dio muerte a Liliana. Patricia Alba Guerra, asistente social, prestaba servicios en la cárcel donde estaba detenido Lino Moreno, de quien se enamoró, a pesar que ello le costó ser echada de la casa materna y alejada de sus dos hijos. Su teléfono registra llamadas con los imputados. 

Está acusada de “homicidio calificado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas en grado de partícipe necesario”. Se considera que prestó una colaboración no esencial antes y después del hecho. Juan Moreno, chofer de la ambulancia de Salvador Mazza y padrino en el casamiento de Liliana. A pesar de su relación con la familia Ledesma, aseguró que reconoció a Liliana recién en el hospital, después de trasladarla. Esa noche uno de los teléfonos del nosocomio registró una llamada al teléfono de Delfín Castedo y se cree que la hizo él. Está imputado por el delito de encubrimiento calificado. Tras casi un mes de proceso, llegó la sentencia. Estaban implicados Gabriela Aparicio, Tárraga, Addemar Moreno, Casimiro “Nene” Torres, Juan Moreno y Patricia Alba Guerra.

La sentencia

El veredicto se dio a conocer al mediodía del 14 de junio en el Tribunal de la Cámara del Crimen de la Ciudad de San Ramón de la Nueva Orán. “El fallo unánime de los jueces Irene Acosta, Carlos Linares y Antonio Silisque coincidió con los pedidos que habían realizado los querellantes, representados por los abogados Pedro García Castiella y Daniel Tort, y el fiscal Mario Maldonado: prisión perpetua para María Gabriela Aparicia, Aníbal Tárraga, Lino Abdemar Moreno y Casimiro ‘Nene’ Torres; diez años de prisión para Patricia Guerra, a quien declaró responsable de haber prestado colaboración secundaria para cometer el crimen, y cuatro años de prisión efectiva para Juan Moreno, el chofer del Hospital de Salvador Mazza que llamó a Delfín Castedo (sospechado de haber ordenado el homicidio) para advertirle que Ledesma ya estaba muerta”, informaba Salta Libre.

En 2015, Elida Romero, la madre de Liliana, declaró en FM Noticias: “Yo no tengo justicia todavía. El autor intelectual del crimen, Delfín Castedo, todavía anda libre. El juez Aramayo me dijo que no me preocupe, que iba a mandar a la brigada a buscarlo y es mentira, todos están prendidos, desde la policía a la gendarmería, ellos trafican con los narcos aquí”.

Fecha : 5 octubre, 2015
Fuente : Cuarto Poder Salta

http://www.cuartopodersalta.com.ar/cronica-de-un-asesinato-anunciado/



Liliana Ledesma: la mujer que no quiso dar su tierra a los narcos

En el norte salteño un traficante de drogas acumulaba hectáreas para transformarse en el "dueño de la frontera"; la víctima se negó a dejar su propiedad y fue atacada por sicarios el 21 de septiembre de 2006; más de doce años después será llevado a juicio Delfín Castedo por ese homicidio


Elida, madre de Liliana Ledesma, asesinada por denunciar a Delfín Castedo
Marcelo Manera - Archivo

La estrecha pasarela se mantiene destartalada, pero la gente sigue pasando por ahí a pesar de que se mueve con el viento caliente que sopla en Salvador Mazza, en la frontera con Bolivia. Faltan algunas tablas y los caños que la sostienen están despintados y herrumbrados. Si no llueve y el agua corre por ese cauce, siempre hay basura en la cañada, debajo del puente. La pasarela está recubierta con una fina película de tierra, que flota, como todo lo que está allí a la intemperie. El tráfico frenético de los camiones en la ruta 34 levanta esas nubes de polvo. A un costado de la pasarela se construyó un pequeño altar para recordar a Liliana Ledesma.

En ese lugar tenebroso, esa mujer fue emboscada el 21 de septiembre de 2006 por dos hombres, que la mataron de siete puñaladas, dos de esas estocadas fueron mortales al afectar el corazón y el estómago. Los otros cuchillazos fueron directo a su boca, que quedó destrozada. La historia de este crimen configura uno de los narcofemicidios emblemáticos de la Argentina, con una trama plagada de complicidades e impunidad.

Ese día Ledesma fue llevada directo a una trampa -según la investigación- por María Gabriela Aparicio, hermana del entonces diputado provincial del PJ Ernesto Aparicio. Ella la pasó a buscar y la condujo al sitio donde la asesinaron Aníbal Ceferino Tárraga y Lino Abdemar Moreno, sicarios del clan Castedo.

Los asesinos desfiguraron su rostro y su boca por un motivo claro. Ella había hablado. Liliana había denunciado que Delfín Castedo había bloqueado los caminos de esa zona, donde no solo estaban los campos del narco, sino también los terrenos de otras familias como los Ledesma y los Rojas. Su padre y hermano arrendaban un campo hacía 40 años y tenían unas 200 cabezas de ganado.

El marido de Liliana, Gilberto Villagómez, boliviano, oriundo de San José de Pocitos, había aparecido muerto un par de años antes a bordo de su automóvil acribillado a balazos en el barrio norte de la ciudad fronteriza. Tenía antecedentes por narcotráfico. Liliana dijo que fue asesinado por orden de Aparicio. Los Castedo dicen lo contrario. Y se sospecha que se quedó con un cargamento de cocaína.

Liliana vendía huevos en la calle principal de Salvador Mazza, a metros del límite con Bolivia, y su familia necesitaba pasar por los caminos que había bloqueado Castedo, como si fuera -en realidad, lo era- el dueño de la frontera.

Para llegar a su campo de 1250 hectáreas en pleno monte, en el paraje El Pajeal, los Ledesma deben atravesar un camino de tierra de unos 35 kilómetros que va paralelo a la frontera con Bolivia.

Castedo, según sospecha la Justicia, pasaba por allí la cocaína que traía de Bolivia, acopiaba en otras provincias y embarcaba rumbo a Europa. Este hombre que estuvo prófugo durante una década, con la protección política y la ayuda de la Justicia -ahí tenía un rol central el exjuez de Orán Raúl Reynoso- era el proveedor de Carbón Blanco, la banda que realizó los mayores contrabandos de cocaína de la historia.

En ese momento, cuando Castedo decidió cerrar los caminos y dejar aislado al ganado de los Ledesma y de otras familias, como los Rojas, Liliana tomó la voz cantante y comenzó a denunciar al diputado Ernesto Aparicio, socio de Castedo. Lo hizo con las periodistas Marta César, Paula Poma y Liliana Corvalán. Fueron ellas las que escucharon a esta mujer, que diez días después de esa entrevista sería asesinada en esa pasarela precaria que atraviesa la cañada.


Liliana Ledesma - Archivo

"Mi hija lo denunció porque él tenía una cocina de droga, se quería quedar con la casa de ella y le cerró los caminos para trabajar a mi otro hijo, que tiene un campo y se dedica a la ganadería", contó Élida, la madre de la mujer asesinada, a LA NACION.

Castedo quería los campos de Ledesma y de otro productor ganadero, Sergio Rojas, para tener un control absoluto en la zona. "Él quería una zona liberada", explicó Jesús Ledesma, quien recuerda que Castedo cortó el único camino vecinal que lleva a los dos parajes. Puso tres portones y una barricada con troncos, que arrasó con topadoras.

Eugenio Ledesma, de 75 años, padre de Jesús, recordó que para ingresar a su campo debían cruzar la frontera y entrar por Bolivia. Salían por Salvador Mazza hacia Dorminí y pedían permiso a sus vecinos bolivianos para entrar en sus propiedades.

Raúl y Delfín Castedo serán juzgados este año, aunque aún no hay fecha de inicio de las audiencias que se harán en la ciudad de Orán. El juez de Garantías de Tartagal, Nelso Aramayo, elevó a juicio la causa en septiembre pasado y más de 12 años después los Castedo se sentarán en el banquillo acusados de "instigación al homicidio calificado por alevosía y el concurso premeditado de dos o más personas en perjuicio de Liliana Ledesma".

El paso del tiempo, más de 12 años, es lo que deja al descubierto el entramado de poder que detentaba este hombre que creció a la sombra de la protección política en una zona fronteriza que es clave en el tráfico de cocaína.

Este esquema de complicidades, que sostenía un negocio millonario, llegó a niveles increíbles cuando el 5 de diciembre de 2013 el entonces juez Reynoso permitió que se presentara a declarar otra persona en lugar del imputado. El magistrado necesitaba ese trámite para favorecer a Castedo y eximirlo de prisión. No le importó al juez que el narco cargara sobre sus espaldas con un pedido de captura por el asesinato de Liliana. De esa manera, Castedo estuvo prófugo durante 10 años.

Reynoso está siendo juzgado actualmente en Salta como jefe de una asociación ilícita que se montó con otros abogados de Orán para liberar a narcos a cambio de dinero.

Desde la cárcel de Güemes Castedo se queja por permanecer preso, ahora sin la ayuda de Reynoso. El 1° de enero pasado apareció en su perfil de Facebook, ilustrado con una foto del nazi Joseph Goebbels, un texto en el que plantea: "¿Cuánto tiempo más me van a seguir despojando de mi vida? Desde hace dos años me pusieron en una celda de dos por quince y un patio desde el que ni siquiera puedo ver el sol".

El 10 de marzo de 2017 los fiscales federales de Salta José Luis Bruno y Carlos Amad y la Procunar pidieron a la Secretaría de Fronteras del Ministerio de Seguridad la elaboración de un proyecto para darles "un fin social" a las 18.000 hectáreas que la Justicia Federal decomisó a Castedo.


Delfín Castedo en el momento de su detención - Archivo

El temor es que si esas tierras siguen siendo manejadas por este narco esa organización puede continuar operando en esa geografía compleja, casi inaccesible.

La Unidad Especial de Operaciones Antidrogas de la Gendarmería Nacional estableció que la finca El Pajeal -que el entonces diputado Aparicio les habría cedido a los Castedo- posee un camino de tierra de grandes dimensiones y en buen estado de conservación, que va desde lo que sería el casco de esa estancia hasta el límite internacional, terminando en un portón. Ese camino se introduce en territorio boliviano, y allí no hay ningún tipo de control.

Al ser detenido uno de los integrantes del clan Castedo en 2017 -atrapado con 100 kilos de cocaína en su vehículo-, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich , recordó que ese clan "no solo actuó como grupo narco, sino que hubo una situación muy concreta que fue intentar capturar tierras para traer la droga con más facilidad y desplazar a los pobladores".

Liliana Ledesma fue una de las víctimas de ese plan criminal.

Fuga: una unidad especial busca al excuñado de Reynoso

"La fiscalía pidió penas de entre 25 y 18 años para los acusados en el juicio contra el exjuez Raúl Reynoso. Los que están en el banquillo tienen más de 50 años. Cuando Eladio Gaona se puso a pensar que iba a pasar el resto de su vida en la cárcel se fugó. Tendría que haber estado detenido durante el juicio", advirtió el abogado David Leiva, en diálogo con LA NACION. Este letrado fue uno de los primeros que rompieron el cerco del sistema de corrupción del juzgado federal de Orán y denunció que el exjuez Raúl Reynoso cobraba por beneficiar con sus fallos a los narcos.

El fiscal federal Francisco Snopek, quien está al frente de la acusación en el juicio con su colega Carlos Amad, sostuvo en diálogo con LA NACION que "este miércoles [por anteayer] se allanaron en Orán dos domicilios de Gaona, pero no hallaron ningún indicio de peso para la investigación de la fuga del abogado".

El funcionario del Ministerio Público explicó que "se conformó una unidad especial de las fuerzas federales para buscar al prófugo, que ya tiene pedido de captura nacional e internacional". Y recordó que "en tres instancias del juicio se pidió a los jueces del tribunal la prisión preventiva de los imputados, acusados de delitos muy graves, pero los planteos fueron rechazados".

A Leiva, en tanto, muy pocos le creían cuando hablaba de que el Juzgado Federal de Orán, en la frontera caliente del narcotráfico, tarifaba los fallos a partir del investigado acuerdo entre el magistrado y un grupo de abogados.

Eso funcionó durante más de cinco años. En el momento en que Leiva denunciaba a Reynoso, el juez era puesto como ejemplo de la lucha contra el narcotráfico por la expresidenta Cristina Fernández y la Corte Suprema de la Nación, que había designado a Reynoso para encabezar a una comisión de magistrados que analizaría el combate contra las drogas.


Continúa en Salta el juicio contra el exmagistrado acusado por sus contactos con narcotraficantes - Telam

Gaona, excuñado de Reynoso, y Miguel Ángel Saavedra, quien era en ese momento jefe de despacho del juzgado, eran -según Leiva- "el brazo operativo del exjuez para el cobro de los peajes y sobornos en el juzgado". Y agregó: "Eran los que andaban en la calle, recaudaban y luego le llevaban el dinero a Reynoso".

A veces el propio Reynoso participaba de esos encuentros, recordó Leiva, como cuando visitó la casa del abogado René Gómez, ex procurador general de Salta, también imputado en esta causa, "para cobrar un pago de Miguel Farfán, uno de los narcos más pesados, que como si fuera una casualidad del destino también se fugó como Gaona". Este capítulo lo ventiló en el juicio una testigo protegida que fue pareja durante 20 años de ese exfuncionario judicial.

Para Leiva, el juicio por asociación ilícita contra Reynoso, el grupo de abogados y funcionarios que participaban del cobro de coimas "es solo la punta del iceberg".

"Denuncié a cinco comandantes de la Gendarmería que participaban de estas maniobras. Esto no está siendo juzgado, pero hay dos jefes de la fuerza procesados. Y en otra causa fue confirmada la condena para otro magistrado federal, José Antonio Solá Torino, que sigue ejerciendo la abogacía a pesar de que la Cámara Federal confirmó una condena a seis años". Este exjuez cobraba sobornos del prófugo Miguel Farfán.
Protagonistas de la investigación

Liliana Ledesma: víctima - La mujer, de 37 años, había denunciado en una entrevista periodística al clan de los Castedo, cuyos integrantes habían bloqueado el ingreso al campo de su familia y pretendían desalojar a los arrendatarios de varios terrenos para consolidar su control en la frontera con Bolivia.

La investigación judicial apunta a que la víctima fue llevada a una trampa en septiembre de 2006 al ser engañada por la hermana del entonces diputado provincial del PJ Ernesto Aparicio. Ese legislador, que falleció en 2013, estaba vinculado a Delfín Castedo.
Este año se realizará el juicio contra los instigadores de ese crimen, ordenado para permitir la silenciosa penetración narco.

Delfín Castedo: acusado - Delfín Castedo no tenía demasiada relevancia hace dos décadas en el entramado narco del que ya formaba parte, pero sin voz de mando. Su principal entrada de dinero -según declaró en la Justicia- era una casa de videojuegos en Tartagal, que instaló con una indemnización. A partir de 2005, todo cambió para él.

Compró más de 28.000 hectáreas en la frontera norte, tanto en la provincia de Salta como del lado boliviano, y empezó a ser investigado como presunto jefe de un clan narco.
Estuvo diez años prófugo y fue capturado en julio de 2016 en la localidad bonaerense de Ituzaingó. Está alojado en la prisión de Güemes, en Salta.
Tres momentos

Mensaje mafioso - Un rostro desfigurado: Liliana Ledesma fue acuchillada repetidamente por dos agresores en una pasarela ubicada en Salvador Mazza; cortaron su boca para advertir que el crimen fue por sus denuncias.

Un clan criminal - La banda de los Castedo: Encabezado por Delfín Castedo, ese grupo es señalado por los investigadores como el mayor proveedor local de cocaína y sus huellas aparecen en los casos más resonantes.

Contacto judicial - La conexión con Reynoso: El exjuez federal de Orán habría sido una de las piezas claves para el crecimiento del clan narco que ordenó el asesinato de Liliana Ledesma en la frontera con Bolivia.

Por Germán de los Santos
8 de febrero de 2019
Actualizado el 28 de enero de 2021
Fuente : La Nacion    

https://www.lanacion.com.ar/seguridad/liliana-ledesma-mujer-no-quiso-dar-su-nid2218122/

Comentarios

  1. ninguna informacion sobre los Panama Papers ?
    estatizacion de la deuda ?

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    1. Si he puesto información de los Panama Papers tanto del lado del Macrismo como del lado del Kirchrnerismo

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  2. http://florida.arrests.org/mugs/Dade/2010/100042767.jpg falta el socio de castedo que vive en ibiza y se lo ve bailando en el video de youtube yonkis de bora bora el negro del final que mira la camara y en otro video eivissa 2005 en estos 2 videos sale bailando esta lleno de millones vive en ibiza es socio de castedo pero tiene banca pilitica se lleno de oro es multimillonario miren como baila y nosotros sin plata diego emiliano corzo fittipaldi en google imagenes aparece le dicen el facha

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    1. Me gustaría hablar con tigo por un asunto de negocios

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  3. Buenos días Pepito, un poco tarde, pero ...

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